sábado, 28 de diciembre de 2013

Shizen

Aquella rueda se movía cada vez más rápido, frenéticamente, casi a la velocidad de una archeobacteria, gracias al movimiento repetitivo de sus pequeños pies. Shizen nunca había abierto los ojos, siempre los había mantenido cerrados, ya que desde el momento de su nacimiento nunca hubo nadie cerca para provocar su explosión, su Big Bang, para hacer despertar aquellos dos espacios de luz y de vida. Para Shizen, el universo en sí era oscuro, como un agujero negro que alargaba, estiraba y destrozaba cada vez más sus ideas y sueños de un mundo repleto de felicidad, de esplendor y sobre todo de compañía. 

Diez mil años después surgió un suceso extraño y repentino.  Shizen, aún cegado, sufrió una superposición, una extraña separación de su ser. Sentía que su cuerpo estaba en otro lugar y al mismo tiempo también en su rueda. Cierto lugar era más libre aunque paradójicamente más agobiante. El oxígeno que se introducía sin permiso por sus orificios nasales era mucho más espeso y contaminado que el que él solía respirar en su pequeña cueva. Aquella presión era mucho más densa que la que acostumbraba a sentir en su modelo estándar de vida rutinaria. Lo gracioso es que en aquel lugar sí podía ver, pero las nubes de incertidumbre y de gas tóxico no dejaban pasar la luz pura de la gran estrella a través de ellas. Intentó levantase poco a poco para poder mirar a su alrededor, a pesar de que la fuerza de la gravedad era algo totalmente nuevo para él.

Shizen se encontraba en una especie de montaña puntiaguda y alta, formada de objetos con colores sin vida: antenas parabólicas, cables, plásticos, trozos de aluminio enrollados en una especie objetos metálicos en forma de caja, tentáculos, cilindros, etc. Pasar la mirada sobre cualquier punto de aquel lugar generaba terror, no había más que olor a desnaturalización, a muerte, a simplicidad. ¿Dónde estaba todo aquello que había soñado? ¿Dónde estaban los ríos, los mares, los animales, las flores…? El mundo en la tierra soñada había terminado, ya no había vida en aquella superficie. El cosmos había sufrido una aceleración. La humanidad había avanzado a marchas forzadas y había destrozado su espacio de vida conscientemente. Aquellos seres llamados humanos habían matado la energía natural para crear energía artificial. Para Shizen, que nunca había conocido una sociedad, llegó a la conclusión de que eso solo lo podrían haber hecho unos locos sin sentimientos. Parecía que la tristeza y la desilusión se habían apoderado de él. ¿Sería verdad que su dura función en la vida no había servido para nada? 

Todo aquel tiempo de soledad y sacrificio parecía estar desintegrándose en el vacío de su propia existencia. 

De pronto toda su pesadumbre bifurcó en una imprevista esperanza. Shizen teletransportó su mente a sus inicios. Sus pensamientos regresaron a la oquedad de su extraña cueva. Recordó súbitamente la función de sus pies durante los anteriores 100.000 años. Aquella función de la cual todavía no había cesado a pesar de lo prolongada y angustiosa que resultaba. Shizen pedaleó con más fuerza. Sintió en el fuego de su corazón que la esperanza de aquel mundo residía en su constancia. Quizá todo era más sencillo de lo que parecía. En aquel momento abrió los ojos, era su oportunidad para despertar. Descubrió que su cometido siempre había sido ser el motor que oscila la esperanza de nueva vida en el universo. En ese momento la ilusión atesto su corazón y el mundo comenzó a girar de nuevo. 

(Alba; 10 de febrero de 2011)

sábado, 31 de agosto de 2013

Solitude.

Hay sentimientos como voces
Clamando en el desierto
Dolores, frenesíes, que se quedan en alientos.

Confusión de lo difícil
Cuando piensas en “te quieros”
Complicado es querer lo que a uno le ama
Y no lo que le arrastra por senderos.

Como miradas de ángeles que conducen al infierno
Tus misterios me llevaron a encerrarme en mis silencios.

Qué será la soledad sino mi culmen, mi seducción
Qué será la soledad sino aquello dónde se perdió mi yo
Con ella me encuentro, y sin más razón
Me conmueve de locura, de cordura y salvación.



(Las ideas me rescatan).

sábado, 24 de agosto de 2013

de lira ire

Aquello que llamas locura
-Resurgió de su sinrazón entristecida-
En la divergencia se considera cultura
Renacida de las mentes vivas.

Las palabras, prodigiosas palabras,
Pobres y nobles,  amenazadas por la censura
Malvada que desintegra toda escritura
De dolor se exiliaron a las ideas.
-¿Quién posee el esplendor?-
Aquel al que consideraban índole
-dijeron-
Aquel que se dejó seducir por la mesurada discreción
 Aquel que abandonó la magia en manos del amor.
Y ahora pregunto  yo; cegada de frío fulgor:
 ¿Será el “amor” solo alquimia de un genio que una vez perdió la concentración?


jueves, 22 de agosto de 2013

Líneas.

Aquel pequeño sitúo frente a sí un folio tamaño cuartilla, blanco, liso, terso, de textura delicada. Es curioso, él nunca se había parado a pensar tanto en las cualidades de un simple folio, porque, sinceramente siempre había considerado que hacerse ese estilo de preguntas era algo inútil, o simplemente innecesario.

Aquel folio tenía un pequeño rectángulo en el centro, de bordes negros y medianamente gruesos, sin ningún tipo de carácter educativo, ni creativo, un simple e insulso rectángulo vacío. Aquello que tenía enfrente carecía de cualquier chispa e imaginación. No abordaba a comprender qué vería aquel pequeño en aquello.
El pequeño solo le dijo unas simples palabras con su aflautada y débil voz después de entregarle el folio al anciano Aarón.

-“Antes de que llegue el destino de su viaje, señor, me gustaría que utilizando dos colores cualesquiera de esta cajetilla, rellene usted ese rectángulo que le acabo de poner enfrente suya”-

El anciano Aarón había perdido con los años su antigua habilidad de tener un magnífico y perfeccionado pulso, había perdido, según él, su capacidad de ser virtuoso. Después de mucho tiempo algo, sí, un simple folio, se apoderó de sus frustraciones. El anciano cogió el amarillo y el azul, al azar, sin ni siquiera mirarlos y comenzó a rellenar aquel rectángulo con todas sus energías, con todo su vigor. Con brío consiguió acumular en lo posible su dedicación, concentración, constancia y tiempo que le permitían el momento y el lugar. Incluso en el último instante, cerró sus diminutos y arrugados ojos con fuerza y apretando los lápices con presión comenzó a rellenar partes que no estaban dentro de aquella figura geométrica e insípida. De repente, por culpa del esfuerzo una lágrima del anciano cayó encima del folio consiguiendo que el amarillo y el azul se disolviesen, mezclándose entre ellos, convirtiéndose en un deslucido verde. A simple vista aquello era un simple caos de manchurrones y garabatos.

Aarón abrió lentamente los ojos, y al ver aquel embrollo se entristeció. Miró al pequeño y le dijo: “Pequeño, los años han conseguido que mi fuerza y mi habilidad se desvanezcan, lo siento por no haber podido servirte de mucho en lo que me has encargado, deberías quizá haberle pedido ayuda a otra persona”.

El pequeño, frunció el ceño y sacudió su cabecita de un lado a otro diciendo: “¿Por qué señor?  Les pedí anteriormente ayuda a muchas personas. Al menos usted ha sido único, no ha sido un limitado”. 

Segundos después de pronunciar esas palabras el pequeño desapareció con el folio y los colores. Por así decirlo se esfumó como una visión.

sábado, 17 de agosto de 2013

ESTABLECIDO.

Erase una vez la ciudad de la perfección. Todo estaba establecido.

Todo el que la habitaba tenía la virtud de ser agraciado, atractivo y esplendoroso. En especial un individuo, Sarastro. No rozaba todos los límites de la hermosura, sino que se sumergía en ellos.
La ciudad amanecía con su olor. ¡Soberbio! El roce de sus manos hacía relucir el bronce como oro, del movimiento de sus pestañas parecía colgar el mar, de su voz resucitaba la música como un eco en la montaña, la brisa dibujaba su fisonomía  inverosímil y a la vez armónica, melódica, impecable, intacta. Su cuerpo provocaba el delirium tremens de la envidia. Su belleza deseaba el resentimiento de la esencia anómala. Su ser acarreaba el culmen de la palabra “perfección”.  
Día tras día se consideraba más feliz y adorado, deseado por cualquier mortal. Considerado invencible,  faraón de la divinidad terrenal. No había día en la ciudad de la perfección que no se hablase de la belleza de Sarastro.

Vivía, vivía mientras pensaba- “No podría estar más satisfecho de mi mismo”-.

Como cualquier tarde cayó la noche, el horizonte oscureció. Oscureció para no volver a aclararse con la luminosidad de la belleza. En aquella noche cada uno de los habitantes de dicha ciudad perdió su hermosura, sus cuerpos comenzaron a filtrarse de imperfecciones, desdichas y errores… de enfermedades y miedos, sonrisas y llantos. Exceptuando a uno, a Sarastro.

La ciudad de la perfección pasó a llamarse Mundo. Todo estaba establecido.

Cien días y cien noches conviviendo con la imperfección.  Sarastro dejo de ser adorado por las gentes. Nadie podía adorar algo que estaba sobrepasando el límite de lo instaurado. ¿Cómo iban a poder?
Desde el primer momento de aquel repentino cambio fue repudiado, rechazado por sus notables diferencias. Aquella masa de gente ya no podía comprender cierta luminosidad. Su felicidad se esfumaba como un castillo de arena construido en la orilla en un día de oleaje. Cien días y cien noches fueron suficientes para conseguir que Sarastro se fuese consumiendo de tristeza y de inseguridad. A la ciento y una noche murió. Murió por su ingrata belleza. Por corromper.

Moría, moría mientras pensaba – “No podría estar más insatisfecho de mí mismo”-.

sábado, 8 de junio de 2013

Yo, minoría absoluta

Sentir, Del latín Sentīre- “Experimentar una impresión o un sentimiento

Pues he sentido la impresión de que necesito hablar de mí, por primera vez en mucho tiempo, ya que pienso que el tema de uno mismo no es menos importante que cualquier otro. Es esencial conocerse individualmente, encontrarse, localizarse… ya que al descubrirte confiarás en ti, y cuando confíes en ti sabrás vivir.

Hallarse a uno mismo es frecuentemente confundido con hablar de tu biografía, de tu historia, de tus proyectos no cumplidos, de tus ilusiones de futuro, etc. Pero no es así. Siempre he pensado que las personas somos una esfera formada en parte por memoria y en parte por “ser”.

Y realmente pocos conocen, o se atreven a conocer a su propio “ser”.

Yo quiero hablar de mí, de mi ‘ser’, de la parte difícil de compartir, de lo que no se ve a simple vista, de lo realmente importante para el corazón. De mi “sustancia”, de mi YO.

Comencé hace bastante tiempo, unos diez años, preguntándome a mí misma una noche antes de dormir: “¿Quién soy?” Y mentalmente me respondí –“Alba”- Acto seguido me contesté, pero…no me he preguntado mi nombre. Me lo volví a repetir “¿Quién soy?”, y mentalmente me respondí – “Una niña de 8 años, española, que vive en Granada”- Acto seguido me contesté, pero…no me he preguntado ni mi sexo, ni mi edad, ni mi nacionalidad […]. Después de repetir muchas veces la pregunta y no quedar convencida con la respuesta. Me volví a hacer la misma cuestión, “¿Quién soy?” y me respondí – “Una persona”. Bueno quizá haya algunas objeciones, pero es la que, personalmente, más me gustó. Y hasta donde llega la inteligencia humana, respecto a esa pregunta, pienso, que es lo máximo a lo que aspiramos responder.

Pues exacto soy un ser, una persona, un sujeto que ocupa un lugar en el espacio. Un “individuo”, por cierto me encanta la palabra individuo, ya que me recuerda a individualidad, que a su vez es sinónimo de particularidad, personalidad o singularidad. Y es lo que yo me considero un ‘ser personal’, diferente, exactamente igual que todos los demás, pero difícilmente comparable, ya que siempre algo de mí será distinto de otra persona, por lo que yo al igual que todos, conservo una autenticidad, la cual solo existe en mí y nunca, nada ni nadie la podrá tener igual. Nunca nada ni nadie, verá mi punto de vista de la verdad, nunca nada ni nadie sentirá, sufrirá, experimentará, o pensará exactamente, en conjunto, lo mismo que yo.

Siempre he sabido que soy lo suficientemente madura como para saber que no he madurado lo bastante. Lo suficientemente inteligente como para no considerar nada como absoluto, como para dudar de todo, como para acercarme a otras propuestas. Siempre he sabido que soy lo suficientemente racional como para ponerme en el lugar del otro, como para intentar conseguir llegar a la meta de no hacer nada a otra persona que no me gustaría que me hiciesen a mí. Lo suficientemente vital, como para dejarme llevar en momentos necesarios, momentos en los que mi cerebro cesa de pensar y mis sentidos se acumulan en el oído, sí, en el oído y no escuchan más allá de mis latidos.

Me encanta utilizar palabras poco convencionales, como “divergente” o “voluptuoso”. Me gusta observar por la ventanilla del coche los movimientos de las personas que andan por la calle y relacionarlos con el compás de la música que esté escuchando en ese momento. Me gusta sentirme comprendida en un texto, saber leer entre las líneas de los fragmentos. En definitiva, me encanta reflexionar sobre cualquier cosa, en especial si la respuesta supera el nivel de madurez intelectual de la mente humana. Me encanta cantar fuerte, aunque me digan que canto mal. Me encanta bailar y saltar. Me encanta pensar en voz alta, sentir el aire frío en la cara, observar el color de la coca-cola, el cola-cao de por la noche, las personas que arquean las cejas, hacer bolitas con la miga del pan, abrazar por la espalda, los cuadros de M.C.Escher, la caligrafía perfecta, los ojos bonitos, tocar la pared de gotéele, los días de lluvia, decir cosas incoherentes y la música sublime, entre otras miles y millones de cosas.

Soy curiosa, extrovertida en conocer, introvertida en profundizar, ingenua, inocente, sentimental, autónoma, soñadora, perfeccionista, temerosa de la soledad, crítica de cualquier injusticia social, compasiva en perdonar sin necesidad de una disculpa, comprensiva, impulsiva, nocturna, sarcástica, cariñosa, risueña, observadora… en definitiva, yo soy yo, amo a las personas y a la vida con los ojos, con el gusto, con el tacto, con el olfato, con los oídos, con la mente y con la parte menos fría de la mente, aquello que en definitiva es lo más importante, aquello a lo que llamamos corazón. Y aunque no sea la perfección personificada, tampoco quiero serla. Mis defectos constituyen mi esencia, mi autenticidad, forman parte de mi conjunto, de mi yo. Y mi yo no es ningún otro más que el mío. Aunque lo compares no hallaras otro igual con las mismas pasiones y los mismos tormentos. Yo, enteramente. Un yo que ocupa un lugar en el espacio y en el tiempo, y que ya ocupa un lugar en tu memoria al estar leyendo esto.

Y por último como decía Oscar Wilde: “Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”. Pues conócete, piénsate y ámate. No existirá en el universo nada ni nadie que sea como tú.



Mi consejo es: No te compares.




sábado, 1 de junio de 2013

¿QUÉ?

«Felicidad en estado puro, brutal, natural, volcánico, ¡Qué gozada! Era lo mejor del mundo... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, crack, hachís, rallas, petas, porros, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD, éxtasis… Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas. Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la comida y la mantequilla de maní que comía de pequeño. Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del milenium… Mejor que los andares de Ally Mcbeal, el baile de Marilyn Monroe, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford. Mejor que la cara B de Abbey Road, que los solos de Jimi Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Armstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro. Mejor que todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, que el colágeno de los labios de Pamela Anderson. Mejor que Woodstock y las raves más orgásmicas... Mejor que las drogas del Marqués de Sade, Arthur Rimbaud, Jim Morrison y Castaneda. Mejor que la libertad... Mejor que la vida».

Onírico.



“Cuando un hombre... sueña algo, ¿qué es lo que más existe: él como conciencia que sueña, o su sueño?" (Miguel de Unamuno, Niebla)

Resumiendo la afirmación "todo lo vital es irracional y todo lo racional es anti-vital" cuando nos referimos a un sueño, a nuestro subconsciente, ¿qué es? ¿Producto de nuestra parte de razón o de nuestra parte de vitalismo?

En reiteradas ocasiones se ha asimilado el sueño a la vida. El sueño, como la vida misma, no puede ser organizado: "La vida, que es todo, y que por serlo todo se reduce a nada, es sueño, o acaso sombra de un sueño y no merece ser soñada bajo una forma sistemática, organizada . El sistema, la organización, destruyen la esencia del sueño y con ello la esencia de la vida"

Si la razón, "enemiga de la vida" anula la imaginación, por el contrario, es generadora de vida. La "vida como sueño” significa que el vivir es soñar, e inversamente, soñar es vivir. Unamuno definía el sueño como voluntad de querer ser.

Ahora bien, en la lógica de contrarios que caracteriza el pensamiento de Unamuno, el sueño no se encuentra dividido del insomnio. Es más, lo presupone, lo admite, abriendo "el espacio de otro despertar, de otra búsqueda"; de ahí que haya que despertar a quien duerme "para que sueñe la realidad", aunque ésta "sea, como es, un sueño"

Partiendo de esta información sobre la existencia de los pensamientos inconscientes, comienzo reflexionando sobre la vida misma, ¿La vida es sueño como decía Calderón de la Barca? ¿O La vida es un sueño de una noche de verano como decía el poeta W. Shakespeare?

Y es que mi pensamiento, es que la vida en sí, es Niebla, un sueño difuminado como la niebla. La vida en sí, es algo que nunca podremos definir con exactitud ya que hay demasiadas preguntas sin respuesta, preguntas que son importantes para encontrarnos a nosotros mismos, preguntas que superan nuestro nivel de madurez intelectual. Y las respuestas a esas preguntas, quizá nos podrían deshacer la duda de si la vida es como un sueño, o el sueño en sí es la vida misma.

Yo siempre me he considerado una persona “sin oniria” es decir, sin reposo mental, ya que para mí conciliar el sueño es algo muy difícil. Pero… nunca me he considerado una persona sin sueños, y es que de tanto reflexionar sobre el tema me he percatado que es posible soñar inconscientemente sin dormir, ya que un simple pensamiento fuera de tu propia realidad circunstancial sería soñar. Soñar es encender vida, sí, soñar es la chispa que enciende el fuego de la realidad y es que sin antes haber imaginado es prácticamente imposible crear. Para crear hay que soñar. Para crear hay que dejar de ser realistas. Estoy segura de que John Fitch cuando pensó que iba a poner un barco de metal en el agua y que iba a transportar a multitud de gente de un lugar a otro de la Tierra, no estaba siendo realista. O la persona que inventó Internet y pensó que iba a conectar de forma invisible a miles de personas a través del mundo, no estaba siendo realista. Los sueños no son realistas, son como la niebla. Los sueños son el fuego de nuestra realidad, los que mantiene vivo nuestro axioma,
 y personalmente creo que estos son muy importantes y debemos hacerles caso. Soñar es idealizar e idealizar es crear. Las ideas no se pueden producir en masa. Las ideas son propias, personales, viven dentro de nosotros, nadie nos las puede arrebatar. Hay que ser fiel a la originalidad del ser humano. Hay que ser fiel al pensamiento de que algún día, digan lo que nos digan, las ideas pueden cambiar el mundo.

Por eso quiero dejar claro que aunque miles de veces en nuestra mente se filtre la confusión, nunca te dejes paralizar por ella, ya que en la niebla nunca se ve nada claro, nunca se define bien una idea, pero esto no significa que esa idea no exista. "Hay que confundir. Confundir sobre todo, confundirlo todo. Confundir el sueño con el insomnio, la ficción con la realidad, lo verdadero con lo falso; confundirlo todo en una sola niebla". En la confusión esta la chispa del pensamiento, si estas dudando estas pensando, si estas pensando estas soñando conscientemente, creando e idealizando.

Piensa, es algo de lo que no te arrepentirás nunca. Confunde, distorsiona, difumina, idealiza, sueña, destruye, construye, etc. Pero nunca dejes de pensar. Pensar es la esencia de la raza humana. Pensar es lo que nos convierte en individuos autónomos, con éxito. Nada sale mal, todo es lo que es, un sueño que nos mantiene vivos. Recuerda visualizar el sueño como voluntad de querer ser, como voluntad de PODER.


“Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento”

jueves, 30 de mayo de 2013

Amar

…Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento, no se debe amar. Pero entonces se sufre de falta de amor. Por tanto, amar es sufrir, no amar es sufrir, sufrir es sufrir. Ser feliz es amar, ser feliz, entonces, es sufrir, pero sufrir te hace infeliz, entonces para ser infeliz se debe amar, o amar para sufrir, o sufrir de demasiada felicidad. 
Y espero que lo hayas entendido porque es un lío.

PANTEÍSMO



Así habla el Dios imaginario de Baruch Spinoza, filósofo panteísta del siglo XVII, judío sefardí, fundador de una escuela mística, de la que se han nutrido jipis, gurús, vendedores de semillas de calabaza y otros profetas de la moderna espiritualidad.

“Así habla el Dios de Spinoza: deja de rezar y disfruta de la vida, trabaja, canta, diviértete con todo lo que he hecho para ti. Mi casa no son esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi morada. Mi casa son los montes, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es donde vivo. Deja de culparme de tu vida miserable. Yo nunca dije que eras pecador y que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado para que puedas expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. No me culpes de lo que te han hecho creer. No leas libros religiosos. Léeme en un amanecer, en el paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de un niño. Deja de tenerme miedo. Deja de pedirme perdón. Yo te llené de pasiones, de placeres, de sentimientos, de libre albedrío. ¿Cómo puedo castigarte si soy yo el que te hice? Olvídate de los mandamientos que son artimañas para manipularte. No te puedo decir si hay otra vida. Vive como si no la hubiera, como si esta fuera la única oportunidad de amar, de existir. Deja de creer en mí. Quiero que me sientas cuando besas a tu amada, acaricias a tu perro o te bañas en el mar. Deja de alabarme. No soy tan ególatra.”

Pues pensando en la feliz ignorancia pienso en la imposibilidad del equilibrio. Quizá sea verdad eso de que esta vida es corta y sinsentido pero si de algo estoy segura es que no estamos en este mundo para ser unos arrastrados.
 Sí, y es que las personas pensando como Spinoza seríamos felices, pero seríamos ignorantes porque solo conoceríamos una parte, un 50% de la vida, la maravillosa, la perfecta, la sensorial, la feliz, la despreocupada, en la que solo existe el vivir plenamente, donde no hay miedo ni días nublados… El Dios de Spinoza fluye sobre los verdes valles, sobrevuela las cumbres de nieve, se confunde con los ríos incontaminados, con los delfines azules, con las risas de los niños. Pero el mal no se corresponde con esa belleza. Ese Dios nos dice: dejad de pedirme cosas. ¿Me vais a decir a mí cómo hacer mi trabajo? Yo soy puro amor.

Pero la vida no es así, por desgracia en el otro 50% las cosas son todo lo contrario, entonces Spinoza tendrá que explicarnos por qué allá donde vuelves el rostro no encuentras en este perro mundo más que maldad, guerras, basura moral, lágrimas y sangre de inocentes, que también forman ríos y mares. Si existiera un Dios tan esteta y se hiciera visible, se le podría exigir que explicara el dolor de tantos inocentes, los millones de niños que mueren de hambre, la violenta depravación de muchos hombres con las mujeres, el instinto de matar que ha inscrito en las entrañas del ser humano. Las equivocaciones….exacto eso es, las equivocaciones y es que las personas no somos perfectas, tanto en instituciones como la iglesia, o en tantísimos partidos políticos que han pasado por nuestra historia, las personas han cometido innumerables equivocaciones y han exigido a los demás perfección en sus actos e ignorancia en sus mentes, para que estos no se revelasen ante sus acometidos injustos. Pero yo digo ¡basta ya de esto! Pensemos por nosotros mismos, es verdad que el equilibrio entre los dos mundos existentes, entre el maravilloso y el esperpéntico, es casi utópico y prácticamente imposible. Pero para eso tenemos la capacidad suficiente para buscar nuestra propia verdad, para ser nuestros propios pensadores, para ser los filósofos de nuestra propia vida. Y yo pienso… ¿no será que la visión que objetamos sobre Jesucristo y su mensaje la han desvirtuado sus propios seguidores? Porque sinceramente cuando Jesús dijo “Dios es Amor” quizá se estaba refiriendo a que el “ser superior” que domina el mundo no es más que esa fuerza tan exuberante como es el AMOR, el amor de la humanidad.


Apaguemos el mundo social adormecido y encendamos nuestra mente. Más que lo que hay, veamos lo que puede llegar a haber. El poder de la imaginación es muy fuerte y muy necesario para no ser unos amargados. Como un buen día escuché en una gran película “La vida es demasiado corta como para vivir siempre cabreados”. Aunque la vida no sea perfecta, vale la pena vivirla, vale la pena mirarla como la miraba Spinoza, como una oportunidad para sentir y ser felices.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Prólogo de "cinco minutos"




¿Y según lo que se debe o no?
No sé a vosotros pero a mí ésta cuestión siempre me ha dado mucho que pensar.
Desde mi punto de vista se “debe” hacer solo lo que engloba a la supervivencia, a lo que necesita el ser humano para poder vivir, para poder relacionarse. Se debe conocer para saber, para ser autónomo, para ser una persona capaz de decidir, capaz de poder disfrutar del placer de la conversación, que a parte de placer es también necesidad. Se debe actuar de manera en que uno sea fiel a sí mismo sin herir a los demás…y esto, supongo, que es en algunos aspectos, lo más complicado. Y luego está lo que se quiere hacer, ¿Qué quieres hacer?, a mi esta pregunta me da aún más que pensar que la primera. Siempre que estás ejecutando el debe, piensas en lo que quieres, “Cuándo tenga tiempo libre…”, ¿Cuántas veces nos habremos dicho esa frase cuando soñábamos con hacer algo que en ese momento estaba poniendo en peligro nuestras obligaciones? Pero lo curioso es, que cuando estamos en total autodeterminación nunca hacemos lo que nos propusimos hacer cuando llegase ese momento, acabamos perdiendo el tiempo, haciendo cualquier cosa, sí, cualquier cosa que nos aleje de la lacra de la rutina. Y es en este momento cuando en mi cabeza se filtra el pensamiento de que quizá el concepto de felicidad no se defina más que en momentos, momentos en los que “perdemos” el tiempo.

Como "melocotones helados"

Siento como si me hubiese avasallado una brigada existencialista, y es que no puedo parar de pensar en cosas como el por qué de esta vida, o el por qué de nuestras sensaciones. Me gustaría comenzar reflexionando sobre la existencia del amor. El amor en sí, del latín amor,- ōris, el amor como concepto según la RAE es definido como “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. Supongamos pues que según esta definición este sentimiento es una necesidad del ser, algo de lo cual no podemos prescindir… ¿Qué pensaría de esto una persona que nunca ha amado? Pues la respuesta es simple, “Si nunca he amado, nunca he sido”
Y aquí comienza mi problema existencial, llevo toda mi vida añorando un sentimiento tan puro como el amor, tan libre y tan especial… pero nunca lo he sentido. A veces me desoriento y creo que estoy empezando a encontrarlo, pero algo dentro de mí me avisa de que no confunda el sentir cariño de otra persona con el sentir amor hacia ella. Ese es un pensamiento que siempre me ha torturado, esa delgada línea que existe entre echar de menos a una persona, o echar de menos cómo te hacía sentir, y es que el “amor” en sí sería echar de menos a otro ser enteramente, a su autenticidad y no solo al fluir del recuerdo de ese sentimiento, ya que este te lo pueden proporcionar miles de personas más de las cuales no tienes por qué estar enamorada.
A veces ha pasado por mi mente que este sentimiento es fortuito, pasajero, espuma, utopía… que lo único que puede haber es un enamoramiento fugaz, que dura lo que dura una vuelta al cosmos, sí, que dura una etapa limitada y se termina apagando, como la llama de una vela que empieza a arder con un soplo y al final su fuerza se liquida, se agota con el paso del tiempo y todo se acaba convirtiendo en aire y solo quedan cenizas de la ilusión de aquel fuego, solo cenizas…y qué pena me da pensar esto, ya que mi corazón se antepone miles de veces a mi mente racionalista respecto a las reflexiones sobre sentimientos, mi corazón es completamente vitalista, mi corazón me dice que ese amor utópico existe y que es por lo que merece la pena vivir. Según mi reflexión el amor se reconocería como el sentimiento de que una persona forma parte de tu vida y de tu esfera… sí de tu esfera. La felicidad de las personas es como un objeto esférico, del que se necesita de un material especial al que llamamos amor, y que sin él esa felicidad vital no puede ser una esfera perfecta. Y la clave está en la perfección de esa esfera, cuando esa esfera adquiere dicha culminación podremos decir que la persona es feliz en ese momento. Por tanto estoy ligando amor con felicidad, y estoy afirmando la existencia de éste sentimiento. Y otra vez viaja por mi mente el mismo pensamiento… si no amo nunca no voy a ser feliz, si no voy a ser feliz nunca no voy a vivir, si no voy a vivir nunca, moriré en vida, y qué hay peor que eso… el resignarse a morir en vida…, tengo que acabar con esto.
Morir en vida es soledad, es miedo. Miles de personas tienen miedo a vivir, tienen miedo a amar, a sentir, a ser felices o a equivocarse. ¿Por qué? Porque se han dado cuenta muy bien de aquello de que la vida te aporta una de cal y otra de arena, que para saber distinguir la alegría de la tristeza es necesario tocar fondo, y señores la vida es así, si fuésemos felices eternamente no sabríamos que lo estamos siendo… si no conocemos el dolor no sabremos qué es el bienestar, si no conocemos la indiferencia no sabremos qué es el amor, si no conocemos la envidia no sabremos lo qué es el afecto propio y la autoestima… y la vida es eso, es una división continua de dulce y de amargo, de azúcar y de sal… y obviamente esto produce miedo a sufrir, pero las personas que adquieren juicio suficiente acaban concluyendo que la propia resignación al miedo es muerte, que no hay que temer a ilusionarse, ya que la desilusión llegará de todas formas.
 Simplemente hay que vivir, sí, vivir y no pararse ni un momento a pensar qué decir cuando los sentimientos quieren expresar. Y este es el paso difícil que tengo que superar, y por eso siempre he considerado que vivo en un réquiem, en un sueño paralizado y frío como la muerte, porque he congelado mis sentidos, mi vitalismo. Si los puedes comprender nos los llames sentimientos me dije una vez a mí misma. Alba déjate llevar por la incomprensión, por la sinrazón, por el absurdo trascendental.  Lo que mantiene a este loco mundo en pie no es la economía, la política, el poder, la tecnología, la física o los medicamentos, lo que realmente mantiene este loco mundo en pie es el amor, el amor absurdo, surrealista, el amor que no se pasa por el filtro de la razón, el amor que no se piensa, el amor puro como un acorde musical, como una esencia, como la vida misma. Déjate fluir, déjate llevar…