sábado, 8 de junio de 2013

Yo, minoría absoluta

Sentir, Del latín Sentīre- “Experimentar una impresión o un sentimiento

Pues he sentido la impresión de que necesito hablar de mí, por primera vez en mucho tiempo, ya que pienso que el tema de uno mismo no es menos importante que cualquier otro. Es esencial conocerse individualmente, encontrarse, localizarse… ya que al descubrirte confiarás en ti, y cuando confíes en ti sabrás vivir.

Hallarse a uno mismo es frecuentemente confundido con hablar de tu biografía, de tu historia, de tus proyectos no cumplidos, de tus ilusiones de futuro, etc. Pero no es así. Siempre he pensado que las personas somos una esfera formada en parte por memoria y en parte por “ser”.

Y realmente pocos conocen, o se atreven a conocer a su propio “ser”.

Yo quiero hablar de mí, de mi ‘ser’, de la parte difícil de compartir, de lo que no se ve a simple vista, de lo realmente importante para el corazón. De mi “sustancia”, de mi YO.

Comencé hace bastante tiempo, unos diez años, preguntándome a mí misma una noche antes de dormir: “¿Quién soy?” Y mentalmente me respondí –“Alba”- Acto seguido me contesté, pero…no me he preguntado mi nombre. Me lo volví a repetir “¿Quién soy?”, y mentalmente me respondí – “Una niña de 8 años, española, que vive en Granada”- Acto seguido me contesté, pero…no me he preguntado ni mi sexo, ni mi edad, ni mi nacionalidad […]. Después de repetir muchas veces la pregunta y no quedar convencida con la respuesta. Me volví a hacer la misma cuestión, “¿Quién soy?” y me respondí – “Una persona”. Bueno quizá haya algunas objeciones, pero es la que, personalmente, más me gustó. Y hasta donde llega la inteligencia humana, respecto a esa pregunta, pienso, que es lo máximo a lo que aspiramos responder.

Pues exacto soy un ser, una persona, un sujeto que ocupa un lugar en el espacio. Un “individuo”, por cierto me encanta la palabra individuo, ya que me recuerda a individualidad, que a su vez es sinónimo de particularidad, personalidad o singularidad. Y es lo que yo me considero un ‘ser personal’, diferente, exactamente igual que todos los demás, pero difícilmente comparable, ya que siempre algo de mí será distinto de otra persona, por lo que yo al igual que todos, conservo una autenticidad, la cual solo existe en mí y nunca, nada ni nadie la podrá tener igual. Nunca nada ni nadie, verá mi punto de vista de la verdad, nunca nada ni nadie sentirá, sufrirá, experimentará, o pensará exactamente, en conjunto, lo mismo que yo.

Siempre he sabido que soy lo suficientemente madura como para saber que no he madurado lo bastante. Lo suficientemente inteligente como para no considerar nada como absoluto, como para dudar de todo, como para acercarme a otras propuestas. Siempre he sabido que soy lo suficientemente racional como para ponerme en el lugar del otro, como para intentar conseguir llegar a la meta de no hacer nada a otra persona que no me gustaría que me hiciesen a mí. Lo suficientemente vital, como para dejarme llevar en momentos necesarios, momentos en los que mi cerebro cesa de pensar y mis sentidos se acumulan en el oído, sí, en el oído y no escuchan más allá de mis latidos.

Me encanta utilizar palabras poco convencionales, como “divergente” o “voluptuoso”. Me gusta observar por la ventanilla del coche los movimientos de las personas que andan por la calle y relacionarlos con el compás de la música que esté escuchando en ese momento. Me gusta sentirme comprendida en un texto, saber leer entre las líneas de los fragmentos. En definitiva, me encanta reflexionar sobre cualquier cosa, en especial si la respuesta supera el nivel de madurez intelectual de la mente humana. Me encanta cantar fuerte, aunque me digan que canto mal. Me encanta bailar y saltar. Me encanta pensar en voz alta, sentir el aire frío en la cara, observar el color de la coca-cola, el cola-cao de por la noche, las personas que arquean las cejas, hacer bolitas con la miga del pan, abrazar por la espalda, los cuadros de M.C.Escher, la caligrafía perfecta, los ojos bonitos, tocar la pared de gotéele, los días de lluvia, decir cosas incoherentes y la música sublime, entre otras miles y millones de cosas.

Soy curiosa, extrovertida en conocer, introvertida en profundizar, ingenua, inocente, sentimental, autónoma, soñadora, perfeccionista, temerosa de la soledad, crítica de cualquier injusticia social, compasiva en perdonar sin necesidad de una disculpa, comprensiva, impulsiva, nocturna, sarcástica, cariñosa, risueña, observadora… en definitiva, yo soy yo, amo a las personas y a la vida con los ojos, con el gusto, con el tacto, con el olfato, con los oídos, con la mente y con la parte menos fría de la mente, aquello que en definitiva es lo más importante, aquello a lo que llamamos corazón. Y aunque no sea la perfección personificada, tampoco quiero serla. Mis defectos constituyen mi esencia, mi autenticidad, forman parte de mi conjunto, de mi yo. Y mi yo no es ningún otro más que el mío. Aunque lo compares no hallaras otro igual con las mismas pasiones y los mismos tormentos. Yo, enteramente. Un yo que ocupa un lugar en el espacio y en el tiempo, y que ya ocupa un lugar en tu memoria al estar leyendo esto.

Y por último como decía Oscar Wilde: “Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”. Pues conócete, piénsate y ámate. No existirá en el universo nada ni nadie que sea como tú.



Mi consejo es: No te compares.




1 comentario:

  1. La sustancia pensante de Descartes parece un mono de feria al lado de tu descripción del yo. Bueno, quizá no tanto, pero son unos pensamientos muy buenos los tuyos. No es nada fácil ser capaz de conocerse y quererse a uno mismo, y parece que tú lo has conseguido. Y que hace 10 años, cuando eras una niña, te hicieras ya esas preguntas, es realmente admirable. ¡Sigue así!
    Un abrazo desde Dublín

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