domingo, 31 de enero de 2021

ANALISIS FILOSÓFICO-PERSONAL DE “MIDSOMMAR”.

 

“Midsommar es una ópera de rupturas

 y un oscuro cuento de hadas contemporáneo”

Ari Aster


Quizá esto que voy a exponer a continuación es una reflexión que va mucho más allá de la intencionalidad del director al hacer esta obra cinematográfica. Es posible que esta reseña esté sesgada por un filtro muy personal, debido a mi percepción filosófica de todo lo que observo; sin embargo, veo necesario compartirla, ya que acrecienta de algún modo el objetivo terrorífico del film.

Sin entrar mucho en los detalles más evidentes de la película, como el directo reflejo del trauma, la superación personal, las etapas del duelo amoroso, la simbología implícita y anticipadora de acontecimientos, las atroces escenas de muerte, etc. Me gustaría hacer hincapié en cuál es el mensaje final que se genera en mi mente tras terminar de verla y por qué derrumba muchos de mis esquemas racionalistas; poniéndolos en entredicho y revirtiendo sobre mí un pensamiento escatológico y pesimista del futuro.

La sociedad:

Primero de todo, es interesante ver el paralelismo existente entre las dos sociedades que se nos presentan. Al principio, aún estamos en la sociedad que conocemos, la “nuestra”, cuya descripción más precisa quizá sea nombrando su sistema económico: el capitalismo. Nuestra sociedad es una sociedad enfundada en un tamiz de oscuridad; es por ello que al principio de la película el clima es sombrío, nuboso, está lloviendo y hace frío (no hay atisbos de luz). Nada está claro, pero todo está escrito o se puede determinar, nuestra percepción del tiempo es lineal (cristiana) y el sistema de valores está muy arraigado, tanto que se sobrepone la apariencia a la esencia. Es por ello que Christian prefiere aparentar que es un buen novio a ejercer como tal, todo el mundo (él, Dani y sus amigos) saben reconocer que las demostraciones de “cariño” que expone son forzadas, desprovistas por completo de veracidad o voluntad, sin embargo, son aceptadas de algún modo, en pura apariencia. Nuestra sociedad es una sociedad que acepta la hipocresía como parte del juego social. Se acata y se reproduce. Esto es lo que en psicología se denomina disonancia cognitiva, o lo que yo llamo buscar excusas o avales teóricos para seguir siendo miserable.

Por otro lado, tenemos una sociedad totalmente diferente (o eso creemos), una sociedad sectaria, donde prima lo comunitario frente a lo individual, donde el tiempo es circular y la vida y la muerte no son extremos (o antagonismos) que indican el comienzo y el final, sino que son el punto de unión del ciclo, es decir, la misma cosa. Como podemos observar, todo es de todos, hasta las emociones más íntimas, y el sujeto está totalmente desdibujado (puede parecer que es todo lo contrario a la sociedad capitalista ya que pensamos que lo que busca el sistema es un sujeto hecho e identificado con algo; sin embargo, nuestro tiempo se caracteriza por el fluir continuo de las identidades del sujeto, de su despliegue. El ser humano no puede ser fijo, sino que debe estar deviniendo continuamente, a la par del mercado).

En la sociedad sectaria no hay oscuridad, el sol envuelve toda la escena y toda la hipocresía que podía verse difusa en nuestro mundo apagado y nebuloso, sale a la luz. La luz es esencial para comprenderlo todo porque, a pesar de tener una simbología popular de “descubrimiento de la realidad”, he de recordar un momento la alegoría de la caverna de Platón en la que el primer contacto con el mundo inteligible provoca en los hombres un encandilamiento, una ceguera. La luz puede hacer daño a la vista del que ha estado siempre a oscuras y sin ver nada claro. La luz pura, la primigenia, puede confundir al ser humano y descarrilarlo de su objetivo. Justamente esta es la labor de una secta, aprovechar el momento de transición emocional de las personas, momento en el que nos sentimos desvalidos por un acontecimiento traumático o estamos a punto de dar un salto cualitativo en la comprensión de nuestras emociones con el entorno. Este es justo un momento de debilidad, de nihilismo (si lo queremos llamar así) donde nuestro sistema de valores y creencias se ve tambaleado y tenemos miedo, nos sentimos rotos, engañados y desprotegidos. Las sectas se alimentan de este miedo y te abrazan, aportándole un sentido a tu vida, mostrándote el camino de “la verdad”.

La muerte:

La muerte es uno de los temas principales de esta película, la primera muerte que observamos es la muerte de la hermana de Dani, que se lleva por delante a sus propios padres. Y es muy interesante que la muerte se presente, en primera instancia, de una forma concreta: el suicidio. El suicidio se introduce en esta escena como un reflejo del egoísmo de nuestra sociedad. La depresión es la enfermedad del capitalismo por excelencia, ya que es la enfermedad que emerge de una sociedad que no es capaz de reconocer que no es especial ni lo será nunca. Nuestra existencia es efímera y desprovista de sentido.

En una sociedad donde prima la hipocresía, la muerte será vista como algo trágico, es la muerte del individuo, del mundo ficticio que habita en cada uno de nosotros, de lo que nos convierte en seres especiales en nuestra imaginación. El suicidio es algo negativo y demonizado moralmente, sin embargo, es la principal causa de muerte en el mundo. ¿Por qué? Porque el hombre está infectado de culpa, resentimiento, miedo y soledad; y la única forma que tiene de redimir sus pecados es autoinfligiéndose daño (esto también se puede observar en el goce que provoca el masoquismo). El suicidio y la autolesión son formas de purificación, el cristianismo nos enseña que la purgación de los pecados se consigue tras un derramamiento de sangre (imagen de Cristo crucificado redimiéndonos del pecado original). Es otra contradicción del sistema de creencias, el sufrimiento es malo, pero es un requisito necesario para depurarnos de los males mundanos.

No obstante, el suicidio que observamos en la sociedad sectaria es totalmente distinto (o eso parece). La muerte se presenta como un ofrecimiento, es vista desde la gratitud y no desde la tragedia. Pero, esto puede resultar engañoso, puesto que no es más que otra muestra de martirio. En el suicidio de los “ancianos mártires” también existe una purificación de los pecados, una necesidad de romper con un ciclo de culpa por ser inútiles y dependientes dentro de una sociedad comunitaria que está obligada al cuidado y al ofrecimiento. La muerte de los ancianos es aún más siniestra que la muerte de la hermana de Dani, ya que la muerte de ella es una muerte a la que se ve empujada de algún modo tras el desconocimiento del control de sus pasiones; sin embargo, la muerte de los ancianos es totalmente tranquila y consciente, emana paz y parece estar en consonancia con las leyes naturales. Es una manipulación sublime. Es como decir: “damos nuestra vida para que otros puedan nacer” a pesar de que tu vida y la del otro ser no tienen por qué tener una relación directa. Esto es una excusa para justificar la invalidez de los ancianos en una sociedad donde todo ha de ser perfecto y con apariencia reluciente. La vejez rompe en estética y en esencia con la apariencia de la secta. El dolor no puede dominarte, la película refleja todo el tiempo el autocontrol acérrimo de las emociones en los miembros de la secta (de hecho, el castigo o venganza hacia los primeros asesinados de la película, Simon y Connie, la pareja inglesa, es justamente no saber controlar sus emociones ante el impacto atroz de los suicidios).

En definitiva, tanto nuestra sociedad capitalista como la sociedad sectaria son comunidades enfermas y desprovistas de libertad, donde prima la manipulación y el control de las personas. En el capitalismo nacemos para acatar un sistema mecanicista que nos prepara para trabajar y morir solos, ya que la vida tiene un valor económico. Mientras que en la secta nacemos para acatar una disciplina rígida, aunque revestida de falsa felicidad (cosa que se refleja muy bien en el hecho de que están todo el tiempo drogados, sufren, por así decirlo, una sobredosis de soma continua, usando el término de Huxley). Para la secta la vida tiene un valor sacro.

Volviendo al inicio, ¿por qué me dio tanto terror este film? Porque me empujó al pensamiento más pesimista de todos: la imposibilidad de un verdadero “conatus” (cartesiana o spinozistamente hablando), de una verdadera voluntad o inclinación natural para disponer de nosotros mismos. Como ser racional tiendo a pensar en la creatividad y en la ciencia como únicas esperanzas para salvar la humanidad; la lógica formal y el uso de las herramientas que nos da la naturaleza deberían ser suficiente razón de empeño para mejorar nuestra red de relaciones y crear una sociedad más justa. Sin embargo, esta película me hace entrar en pánico, me inclina hacia dos vertientes: aceptar la destrucción del mundo por parte del capitalismo (puro pensamiento escatológico) o hacer como Dani y mimetizarme con un mundo ficticio, lleno de drogas alucinógenas y falsa purgación de mis emociones.

Destruir el “yo”, deshacerme de mi identidad, romper con mi sujeto identificado con un reflejo distorsionado, está muy bien, pero no quiero caer en la destrucción de mi “yo” como sujeto para convertirme en un sujeto gigante encarnado por un conjunto de humanos neuróticos y sin voluntad. Ahora mismo tengo 25 años, estoy en el momento de mi “midsommar” y creo que si me ocurriese esto se cumpliría la peor de mis pesadillas.

(Alba María; 12 de noviembre de 2020)

IMPACTO.

 

Es prácticamente imposible para mí mantener una conversación sin ser consciente del impacto que las palabras de la otra persona están teniendo sobre mis pensamientos y emociones. Suelo prestar mucha atención al discurso del otro y, precisamente por eso, de forma paralela (y no evasiva), no puedo no estar pendiente del cambio que sus palabras ejercen en mi postura del momento. Mis gestos se modifican, mis brazos cambian de postura, mi cuerpo se tensa o se relaja, mi corazón va más o menos rápido, mi respiración fluye o se entrecorta en un suspiro y mis ojos evitan el contacto, o, por el contrario, fijan aún más la mirada. Y mientras, mi mente baraja una respuesta acorde y coherente.

Hay grados y cualidad en cada impacto. Algunas conversaciones son más banales y eso me permite conocer ya el efecto de antemano, por lo que no me mantienen apenas alerta, sólo me dejo llevar y disfruto. Otras son bastante intensas, y la mayoría de las veces las veo venir; el disparo de las palabras del otro está cerca y mi cuerpo se mantiene en espera, preparado para el balazo. Sin embargo, hay ciertas conversaciones cuyos impactos no los advierto, suelen ser diálogos que oscilan entre la banalidad y la intelectualidad, y la intensidad la aporta el desconcierto.

Hay pocas personas que provoquen en mí esto último, esa sensación de estar relajada y que, de pronto, el impacto de unas palabras modifique por entero mi cuerpo y ponga en funcionamiento mi mente (no desde la ansiedad sino desde el placer). Es por ello que siempre suelo aclarar que mi satisfacción no depende del grado de conocimientos que se baraje en una conversación, tampoco es cuestión de cualidad argumentativa, habilidades sociales o estrategias "pre-consideradas" para saberme impresionar. Mi satisfacción va más allá de todo esto, es un asunto eventual y fortuito que sopesa entre lo mental y lo sensible: yo estoy tranquila, alguien dice algo, crea un impacto en mí (placentero e imprevisto) y, entonces, surge una conexión. Algo/alguien comienza a interesarme.

 

(Alba María; 5 de mayo de 2020)