“Midsommar
es una ópera de rupturas
y un oscuro cuento de hadas contemporáneo”
Ari Aster
Quizá esto que voy a exponer a continuación es una reflexión que va mucho más allá de la intencionalidad del director al hacer esta obra cinematográfica. Es posible que esta reseña esté sesgada por un filtro muy personal, debido a mi percepción filosófica de todo lo que observo; sin embargo, veo necesario compartirla, ya que acrecienta de algún modo el objetivo terrorífico del film.
Sin entrar mucho en los
detalles más evidentes de la película, como el directo reflejo del trauma, la
superación personal, las etapas del duelo amoroso, la simbología implícita y
anticipadora de acontecimientos, las atroces escenas de muerte, etc. Me
gustaría hacer hincapié en cuál es el mensaje final que se genera en mi mente
tras terminar de verla y por qué derrumba muchos de mis esquemas racionalistas;
poniéndolos en entredicho y revirtiendo sobre mí un pensamiento escatológico y
pesimista del futuro.
La sociedad:
Primero de todo, es
interesante ver el paralelismo existente entre las dos sociedades que se nos
presentan. Al principio, aún estamos en la sociedad que conocemos, la “nuestra”,
cuya descripción más precisa quizá sea nombrando su sistema económico: el
capitalismo. Nuestra sociedad es una sociedad enfundada en un tamiz de
oscuridad; es por ello que al principio de la película el clima es sombrío,
nuboso, está lloviendo y hace frío (no hay atisbos de luz). Nada está claro,
pero todo está escrito o se puede determinar, nuestra percepción del tiempo
es lineal (cristiana) y el sistema de valores está muy arraigado, tanto que
se sobrepone la apariencia a la esencia. Es por ello que Christian prefiere
aparentar que es un buen novio a ejercer como tal, todo el mundo (él, Dani y
sus amigos) saben reconocer que las demostraciones de “cariño” que expone son
forzadas, desprovistas por completo de veracidad o voluntad, sin embargo, son
aceptadas de algún modo, en pura apariencia. Nuestra sociedad es una sociedad
que acepta la hipocresía como parte del juego social. Se acata y se reproduce.
Esto es lo que en psicología se denomina disonancia cognitiva, o lo que yo
llamo buscar excusas o avales teóricos para seguir siendo miserable.
Por otro lado, tenemos
una sociedad totalmente diferente (o eso creemos), una sociedad sectaria,
donde prima lo comunitario frente a lo individual, donde el tiempo es
circular y la vida y la muerte no son extremos (o antagonismos) que indican
el comienzo y el final, sino que son el punto de unión del ciclo, es decir, la
misma cosa. Como podemos observar, todo es de todos, hasta las emociones más
íntimas, y el sujeto está totalmente desdibujado (puede parecer que es todo lo
contrario a la sociedad capitalista ya que pensamos que lo que busca el sistema
es un sujeto hecho e identificado con algo; sin embargo, nuestro tiempo se
caracteriza por el fluir continuo de las identidades del sujeto, de su
despliegue. El ser humano no puede ser fijo, sino que debe estar deviniendo
continuamente, a la par del mercado).
En la sociedad sectaria
no hay oscuridad, el sol envuelve toda la escena y toda la hipocresía que podía
verse difusa en nuestro mundo apagado y nebuloso, sale a la luz. La luz es
esencial para comprenderlo todo porque, a pesar de tener una simbología popular
de “descubrimiento de la realidad”, he de recordar un momento la alegoría de la
caverna de Platón en la que el primer contacto con el mundo inteligible provoca
en los hombres un encandilamiento, una ceguera. La luz puede hacer daño a la
vista del que ha estado siempre a oscuras y sin ver nada claro. La luz pura, la
primigenia, puede confundir al ser humano y descarrilarlo de su objetivo. Justamente
esta es la labor de una secta, aprovechar el momento de transición emocional de
las personas, momento en el que nos sentimos desvalidos por un acontecimiento
traumático o estamos a punto de dar un salto cualitativo en la comprensión de
nuestras emociones con el entorno. Este es justo un momento de debilidad, de
nihilismo (si lo queremos llamar así) donde nuestro sistema de valores y
creencias se ve tambaleado y tenemos miedo, nos sentimos rotos, engañados y
desprotegidos. Las sectas se alimentan de este miedo y te abrazan, aportándole
un sentido a tu vida, mostrándote el camino de “la verdad”.
La muerte:
La muerte es uno de los
temas principales de esta película, la primera muerte que observamos es la
muerte de la hermana de Dani, que se lleva por delante a sus propios padres. Y
es muy interesante que la muerte se presente, en primera instancia, de una
forma concreta: el suicidio. El suicidio se introduce en esta escena como
un reflejo del egoísmo de nuestra sociedad. La depresión es la enfermedad del
capitalismo por excelencia, ya que es la enfermedad que emerge de una sociedad
que no es capaz de reconocer que no es especial ni lo será nunca. Nuestra
existencia es efímera y desprovista de sentido.
En una sociedad donde
prima la hipocresía, la muerte será vista como algo trágico, es la muerte del
individuo, del mundo ficticio que habita en cada uno de nosotros, de lo que nos
convierte en seres especiales en nuestra imaginación. El suicidio es algo
negativo y demonizado moralmente, sin embargo, es la principal causa de muerte
en el mundo. ¿Por qué? Porque el hombre está infectado de culpa, resentimiento,
miedo y soledad; y la única forma que tiene de redimir sus pecados es autoinfligiéndose
daño (esto también se puede observar en el goce que provoca el masoquismo). El
suicidio y la autolesión son formas de purificación, el cristianismo nos enseña
que la purgación de los pecados se consigue tras un derramamiento de sangre
(imagen de Cristo crucificado redimiéndonos del pecado original). Es otra
contradicción del sistema de creencias, el sufrimiento es malo, pero es un
requisito necesario para depurarnos de los males mundanos.
No obstante, el suicidio
que observamos en la sociedad sectaria es totalmente distinto (o eso parece).
La muerte se presenta como un ofrecimiento, es vista desde la gratitud y no
desde la tragedia. Pero, esto puede resultar engañoso, puesto que no es más que
otra muestra de martirio. En el suicidio de los “ancianos mártires” también
existe una purificación de los pecados, una necesidad de romper con un ciclo de
culpa por ser inútiles y dependientes dentro de una sociedad comunitaria que
está obligada al cuidado y al ofrecimiento. La muerte de los ancianos es aún
más siniestra que la muerte de la hermana de Dani, ya que la muerte de ella es
una muerte a la que se ve empujada de algún modo tras el desconocimiento del
control de sus pasiones; sin embargo, la muerte de los ancianos es totalmente
tranquila y consciente, emana paz y parece estar en consonancia con las leyes
naturales. Es una manipulación sublime. Es como decir: “damos nuestra vida para
que otros puedan nacer” a pesar de que tu vida y la del otro ser no tienen por
qué tener una relación directa. Esto es una excusa para justificar la invalidez
de los ancianos en una sociedad donde todo ha de ser perfecto y con apariencia
reluciente. La vejez rompe en estética y en esencia con la apariencia de la
secta. El dolor no puede dominarte, la película refleja todo el tiempo el
autocontrol acérrimo de las emociones en los miembros de la secta (de hecho, el
castigo o venganza hacia los primeros asesinados de la película, Simon y
Connie, la pareja inglesa, es justamente no saber controlar sus emociones ante
el impacto atroz de los suicidios).
En definitiva, tanto
nuestra sociedad capitalista como la sociedad sectaria son comunidades enfermas
y desprovistas de libertad, donde prima la manipulación y el control de las
personas. En el capitalismo nacemos para acatar un sistema mecanicista que nos
prepara para trabajar y morir solos, ya que la vida tiene un valor económico.
Mientras que en la secta nacemos para acatar una disciplina rígida, aunque
revestida de falsa felicidad (cosa que se refleja muy bien en el hecho de que
están todo el tiempo drogados, sufren, por así decirlo, una sobredosis de soma
continua, usando el término de Huxley). Para la secta la vida tiene un valor
sacro.
Volviendo al inicio, ¿por
qué me dio tanto terror este film? Porque me empujó al pensamiento más
pesimista de todos: la imposibilidad de un verdadero “conatus” (cartesiana o spinozistamente
hablando), de una verdadera voluntad o inclinación natural para disponer de
nosotros mismos. Como ser racional tiendo a pensar en la creatividad y en la
ciencia como únicas esperanzas para salvar la humanidad; la lógica formal y el
uso de las herramientas que nos da la naturaleza deberían ser suficiente razón
de empeño para mejorar nuestra red de relaciones y crear una sociedad más
justa. Sin embargo, esta película me hace entrar en pánico, me inclina hacia
dos vertientes: aceptar la destrucción del mundo por parte del capitalismo
(puro pensamiento escatológico) o hacer como Dani y mimetizarme con un mundo
ficticio, lleno de drogas alucinógenas y falsa purgación de mis emociones.
Destruir el “yo”, deshacerme
de mi identidad, romper con mi sujeto identificado con un reflejo distorsionado,
está muy bien, pero no quiero caer en la destrucción de mi “yo” como sujeto
para convertirme en un sujeto gigante encarnado por un conjunto de humanos neuróticos
y sin voluntad. Ahora mismo tengo 25 años, estoy en el momento de mi
“midsommar” y creo que si me ocurriese esto se cumpliría la peor de mis
pesadillas.
(Alba María; 12 de
noviembre de 2020)