Ahora
comprendo lo fácil que es caer en el abismo. Quizá deba desarrollar un poco
esta afirmación, pues me ocurre que hay frases hechas en mi cabeza retozando,
coquetean con mi subconsciente enorgulleciéndose de haber sido leídas en el
pasado, o escuchadas, o sabidas previamente sin saber el fundamento. Otra de
ellas es “yo he venido para salvarte”, ¿qué raro, verdad?, tú también la has
contemplado seguro en el momento preciso, aquél día quizá escuchando el
evangelio mientras manchabas de lápiz el verde musgo del pupitre.
Yo
he venido para salvarte. Joder, no se me va.
Lo
cierto es que hoy estoy desvaída y pálida, más macilenta de lo cotidiano; y
esto es banal, hacedme caso, no sé ni por qué lo cuento, una tiene sus
resquicios, sus rendijas. La cuestión es que frente a mí responde el resplandor
cuadricular que todo lo sabe (anda mira, qué fácil es caer en el abismo).
Números primigenios en serie, el maldito Binary Code, controlando hasta mis
palpitaciones y las tuyas, menos las de mi vecino, por ejemplo. O estás loco o
no huyes. ¿Qué me estás diciendo que o sucumbo en este fraude o que se me vaya la
cabeza?, creo que sí, que eso es lo que me dice mientras me muestra ventanas
con campanas rodeadas de numeritos rojos, porno y publicidad. Drogas de diseño.
Pero
como ya he comentado antes, lo importante es que me repetían diariamente: “yo
he venido para salvarte” (pues ven ya por favor). El hastío es insoportable
pero me empuja hacia pensamientos bastante acertados, y eso me alegra. Me
alegra porque he reflexionado de forma sibilina, sin jugar pero sin saber, sin
arriesgar pero sabiendo que o todo o nada, sobre las luces, ¿era de luces de lo
que estamos hablando, no? Hay dos tipos de luces: luces de sol, estables y
luces de luna, cambiantes. Pero el resplandor que responde ante mí no es luz, es
sombra. No camina pero se acerca mezquinamente a través de manos de autómatas
hacia seres inocentes y a sus tres días de vida ya los ha vuelto toxicómanos.
Sí, hablo de bebés. Pobrecitos ellos que sólo saben tocar con sus deditos todo
lo que encuentran a su paso, imbuidos por el asombro sin saber que entre llanto
y llanto, quienes más les quieren les trasquilan el alma acercándoles al
resplandor. Llorar es aburrido y es molesto, y más cuando es un bebé el que
llora (no hay morbo dramático tras el llanto), hay que callarlo y obstruirlo
para que los autómatas sigan en este consorcio con señuelos. Esto es peor que
Polstergeist, al menos aquello te aporta experiencias para crear algo después y
es gracioso.
Suspiro
mientras pienso que dónde estás cuando te necesito, que aquí vuelven a faltar
caricias humanas. Que la luna es un postigo con costillas y sangre. Que tú, tú
eres peor que cualquier cosa, porque eres un hombre y el resplandor nace de la
mano del hombre. Hombre farsante, taimado, astuto, falaz, engañoso y mentiroso,
hombre que quiso su interés de mí sin saber que cavaba sobre su propia tumba.
Que la Tierra que pesa sobre todos también pesa sobre ti, hombre. Eres el
hombre infeliz, con pena de falta. El dolor de psique encarnado de forma
elegante. No sé en qué instante pensaste que esto era buena idea y de momento
te tengo asco.
Ahora
comprendo lo fácil que es caer en el abismo y la grandísima mentira que era que
tú o alguien llegaría para salvarme. Eres el gran estafador, la causa sin
efecto, el juego sucio con traje de victoria.
(Alba María)