lunes, 10 de julio de 2017

Trampolín

«Conocí la memoria, esa moneda que no es nunca la misma. Conocí la esperanza y el temor, esos dos rostros del incierto futuro (...)» Jorge Luis Borges

No te preocupes si has llegado a un punto en el que no entiendes nada de lo que ocurre a tu alrededor. Estás perdido. Estamos perdidos. Y es muy jodido.

Pero sinceramente, (y odiaría muchísimo que esto lo leyeseis a modo de autoayuda, porque odio los libros de autoayuda, son soporíferos) a veces lo interpreto como una oportunidad que nos brinda la vida para encontrar algo que de ninguna manera podríamos plantearnos encontrar, y ese algo es a nosotros mismos. Y digo a veces, porque cambio de opinión cada corto espacio de tiempo. Las emociones fuertes que podemos sentir, nos empujan, nos maltratan, a mí incluso me hacen sentir que, al final, todo en esta vida no sirve para nada, que todo es un sinsentido, que nuestra existencia es efímera. De pronto una fuerza brutal te aplasta y destruye todo aquello que a ti te aporta felicidad. Sin más. Y le importas un carajo al mundo.
Eres más insignificante que una minúscula hormiga. Pues sí. Exactamente, así lo sientes.

Y en efecto, no soy la persona más positiva del planeta, (ni quiero serlo) pero sí una de las que más ama pensar e indagar en sus propias sensaciones. Después de tanto convivir con la tristeza y la frustración, después de sentirme el ser más inapreciable del planeta, la hoja castaña y seca de otoño que se deja llevar a merced del viento... después de todo eso, conozco tantas cosas sobre mí, tantas cosas que quizá nunca debiera haber conocido (al menos no a esta edad) y otras tantas que tenía que superar sí o sí en este momento, que siento la necesidad de trasmitir varias reflexiones, para que sepáis que «siempre hay algo entre la mierda que no tiene desperdicio».

En primer lugar, la memoria es algo muy tortuoso, puede hacer de tu presente una película de terror. Yo aprendí a entender el tiempo. Sí, el tiempo en el que estoy respirando en estos mismos instantes. Nada volverá (qué duro joder) pero nada va a volver, ni será como antes. Puede empeorar o mejorar, pero nunca lo sabremos. Vivir de la memoria es aquello que socialmente conocemos como depresión. Y de ese estado o se huye o te mueres. O te mata, como prefieras verlo.

En segundo lugar, el desconocimiento que tenemos sobre nuestro significado es abismal. En miles de libros bohemios encontrarás que aislarse y estar solo es conocerse a uno mismo... vale sí, puede funcionar, pero discrepo.
Somos seres sociales, necesitamos de los demás, y para mí, la mejor manera que tenemos de conocernos es estando con gente y analizándolo todo. A ellos, a ti, a ti con ellos... analizando absolutamente todo. Rollo True detective.

Todos tenemos la capacidad de trasmitir una imagen de nosotros mismos, somos en cierto modo dueños de cómo nos ven los demás. Y las redes sociales son caldo de cultivo para esto. Pero ¿somos naturales?... de nada sirve engañarse a uno mismo, mostrarte como el más fuerte, el más exitoso, el más atractivo... si en tu interior se masca dolor e inseguridad. Bueno lo mascas tú y el otro si es un poco listo se percata.

Siempre que he estado jodidamente triste sólo he querido escuchar canciones tristes (Amaral va de lujo a veces), leer textos de Kafka o escribir desde la desesperación... ¿por qué? Porque todos necesitamos escuchar de otras bocas, leer de otras manos, que somos comprendidos. Necesitas saber que no eres el único ser sufriente del planeta. A nadie le gusta ser único en el sufrimiento, os lo aseguro, es lo más horrible que puede uno llegar a sentir. ¿Los demás disfrutando y tu no?, es una tortura, hacedme caso (que nos lo digan a los que estamos de exámenes), pero fuera de coñas, ese dolor va mucho más allá. Se incrusta en la garganta.

Es por ello que os digo que cuando uno se respeta a sí mismo y se conoce, en cierto modo deja a un lado las apariencias y sólo encuentra placer en la satisfacción mental.  Hay cosas que no valoras nada hasta que tu situación de mierda te las arrebata, como son: dormir tranquilo, que tu conciencia no te martirice, amanecer cada día sin que una obsesiva preocupación constante viva en en tu cabeza... Yo aprendí a vivir con esto, mucho tiempo, pero la clave no está en resignarse, sino en buscar salida sin perder la paciencia. Yo la salida aún no la he encontrado, pero bueno aquí es donde me agarro a la esperanza.

Un día me pregunté a mí misma muy seriamente que, si me viese desde fuera, de forma ajena y me empezase a conocer, si me podría llegar a considerar el amor de mi vida. Pues curiosamente la respuesta fue que sí. Porque amo la piel, y los cuerpos, y la belleza... pero por encima de todo amo el alma, y siempre he alimentado mi alma de amor y buenas intenciones. Es decir, estoy enamorada de mi alma.

Y por consiguiente, a partir de ese momento dejé de tener miedo al exterior y encontré esperanza en mí. TODO ESTABA EN MÍ. No estaba sintiéndome fuerte, estaba siendo fuerte. Por ende, soy una tía fuerte.

Hay miles de mujeres parecidas a mí ahí fuera, otras que no se parecen un carajo. Hay mujeres muy interesantes, otras menos (según lo que te interese a ti), pero en ese momento daba exactamente igual qué otras mujeres podían existir en el planeta, porque estaba amándome a mí misma, sólo me importaba lo que yo cultivaba en mi mente y en mi corazón. Me gusto YO, no quiero ser o parecerme a otra mujer.

Descubrí que sólo le debes explicaciones a tu persona cuando se trata de perdonarte y perdonar. Y que si de verdad llegas a este punto, no necesitas posicionarte por encima de nadie, porque no eres una ficha más del tablero del consorcio, no eres un peón más que debe tomar una posición de ataque o de indefensión. No estás dentro de este juego social tan asquerosos que han construido para que compitamos entre nosotros. Estás en otro nivel. En la periferia. Mirándolos a todos desde un trampolín altísimo.

Y sufres, claro que sufres, pero no te dejas sucumbir, no culpas a los demás de tu dolor, no necesitas encontrar culpables (porque hace mucho tiempo que dejaste de jugar), en la vida no hay ganadores o perdedores, hay vivencias, hay dolor, sustituciones, venganzas, amor, odio, ira y rabia. Todo esto lo vas a sentir, pero tu fortaleza y seguridad harán que ninguna de ellas se apodere de ti para hacer daño a otras personas.

Y bueno, con esto sólo deseo invitaros a subir a mi trampolín, y mandar al carajo esta sociedad de cobardes, que sólo nos quiere temerosos y sin autoestima. Somos parte de su estrategia de mercado. Y no, no necesitamos aparentar felicidad con «mierda que no necesitamos». Somos dueños de nosotros mismos. La felicidad es interior.

Yo no me convierto en su producto.

(Alba JG, 3:29)