sábado, 24 de noviembre de 2018

RESPONSO DE LA CANASTERA


El cielo de azufre caía sobre la violeta Sierra
cuando sus mares de aguardiente hacían temblar su siesta;
al alba salió solita, caracolitos de oro, rumiante adelfa
con el estómago floreciente de tulipanes de pena negra.

El rocío resbalaba desde sus sienes hasta su boca
sus ojos limpios miraban el canastillo de la alcoba;
desatendido estaba , y el frío viento resopla
y las pinzas de madera se posaban sobre la ropa.

Las hormigas con alas se arrastraban sobre la tierra,
los gorriones menguados, piaban unas nanas de cigüeña:
que a la par de las migajas, iban recogiendo un aliento
de burbuja y de contienda, de ternura y de destiento.

Mi abuelita me decía que las gentes del pueblo cantaban:
“Pobre niñita mía
(con lo bonica que era
y lo garbosa que lucía)
Qué desgraciaita a ella la hiciste ser
con tó lo que te quería
y lo que te hubiera podío querer.

Veinte mil pesetas pedía Manuel ‘el enterraor’
pa taparla con un manto fino,
con sus manitas juntitas, como
susurrando su destino”.

Y después, siempre añadía:
“Las gentes del pueblo cantaban
la  muerte de doña Leonor,
mientras en la tabernita estaba
el causante de su dolor”

Bendita sea la tierra que a ti te vio de nacer
y qué penita más grande porque hoy te ve descender.

Alba María (noche del 15 de noviembre de 2018)