domingo, 29 de octubre de 2017

DESNÚDATE

Todas las canciones me recuerdan a ti
Y no hablo solo de sus letras
Quizá y además
Las melodías, el ritmo, los acordes concuerdan un tejido de lo que eres

Todas los poemas me recuerdan a ti
Porque cada autor recoge desesperado su aliento y lo encuaderna
Y sin saberlo te escribe
Y sin advertirlo hace líneas de tu espíritu

Todos los ríos me recuerdan a ti
A tus miradas de espuma, cuando el mar es rebelde y loco
A tus suspiros de vidrio, como cuando el sol se inclina y crea un reflejo

Toda justicia me recuerda a ti
Y no sólo por el detalle divino de tu nombre
Sino también por lo selecto, lo sensual
Decía Midas: «tú haces que convierta la arena de los ríos en oro»

Puede que todo esto se resuma mejor, diciendo:

Todo lo hermoso me recuerda a ti
Porque existes
Porque eres
Porque irradias

Quizá por eso te acoseje:

Desnúdate, por favor, cariño
aunque sople el viento.

(Alba JG)




lunes, 10 de julio de 2017

Trampolín

«Conocí la memoria, esa moneda que no es nunca la misma. Conocí la esperanza y el temor, esos dos rostros del incierto futuro (...)» Jorge Luis Borges

No te preocupes si has llegado a un punto en el que no entiendes nada de lo que ocurre a tu alrededor. Estás perdido. Estamos perdidos. Y es muy jodido.

Pero sinceramente, (y odiaría muchísimo que esto lo leyeseis a modo de autoayuda, porque odio los libros de autoayuda, son soporíferos) a veces lo interpreto como una oportunidad que nos brinda la vida para encontrar algo que de ninguna manera podríamos plantearnos encontrar, y ese algo es a nosotros mismos. Y digo a veces, porque cambio de opinión cada corto espacio de tiempo. Las emociones fuertes que podemos sentir, nos empujan, nos maltratan, a mí incluso me hacen sentir que, al final, todo en esta vida no sirve para nada, que todo es un sinsentido, que nuestra existencia es efímera. De pronto una fuerza brutal te aplasta y destruye todo aquello que a ti te aporta felicidad. Sin más. Y le importas un carajo al mundo.
Eres más insignificante que una minúscula hormiga. Pues sí. Exactamente, así lo sientes.

Y en efecto, no soy la persona más positiva del planeta, (ni quiero serlo) pero sí una de las que más ama pensar e indagar en sus propias sensaciones. Después de tanto convivir con la tristeza y la frustración, después de sentirme el ser más inapreciable del planeta, la hoja castaña y seca de otoño que se deja llevar a merced del viento... después de todo eso, conozco tantas cosas sobre mí, tantas cosas que quizá nunca debiera haber conocido (al menos no a esta edad) y otras tantas que tenía que superar sí o sí en este momento, que siento la necesidad de trasmitir varias reflexiones, para que sepáis que «siempre hay algo entre la mierda que no tiene desperdicio».

En primer lugar, la memoria es algo muy tortuoso, puede hacer de tu presente una película de terror. Yo aprendí a entender el tiempo. Sí, el tiempo en el que estoy respirando en estos mismos instantes. Nada volverá (qué duro joder) pero nada va a volver, ni será como antes. Puede empeorar o mejorar, pero nunca lo sabremos. Vivir de la memoria es aquello que socialmente conocemos como depresión. Y de ese estado o se huye o te mueres. O te mata, como prefieras verlo.

En segundo lugar, el desconocimiento que tenemos sobre nuestro significado es abismal. En miles de libros bohemios encontrarás que aislarse y estar solo es conocerse a uno mismo... vale sí, puede funcionar, pero discrepo.
Somos seres sociales, necesitamos de los demás, y para mí, la mejor manera que tenemos de conocernos es estando con gente y analizándolo todo. A ellos, a ti, a ti con ellos... analizando absolutamente todo. Rollo True detective.

Todos tenemos la capacidad de trasmitir una imagen de nosotros mismos, somos en cierto modo dueños de cómo nos ven los demás. Y las redes sociales son caldo de cultivo para esto. Pero ¿somos naturales?... de nada sirve engañarse a uno mismo, mostrarte como el más fuerte, el más exitoso, el más atractivo... si en tu interior se masca dolor e inseguridad. Bueno lo mascas tú y el otro si es un poco listo se percata.

Siempre que he estado jodidamente triste sólo he querido escuchar canciones tristes (Amaral va de lujo a veces), leer textos de Kafka o escribir desde la desesperación... ¿por qué? Porque todos necesitamos escuchar de otras bocas, leer de otras manos, que somos comprendidos. Necesitas saber que no eres el único ser sufriente del planeta. A nadie le gusta ser único en el sufrimiento, os lo aseguro, es lo más horrible que puede uno llegar a sentir. ¿Los demás disfrutando y tu no?, es una tortura, hacedme caso (que nos lo digan a los que estamos de exámenes), pero fuera de coñas, ese dolor va mucho más allá. Se incrusta en la garganta.

Es por ello que os digo que cuando uno se respeta a sí mismo y se conoce, en cierto modo deja a un lado las apariencias y sólo encuentra placer en la satisfacción mental.  Hay cosas que no valoras nada hasta que tu situación de mierda te las arrebata, como son: dormir tranquilo, que tu conciencia no te martirice, amanecer cada día sin que una obsesiva preocupación constante viva en en tu cabeza... Yo aprendí a vivir con esto, mucho tiempo, pero la clave no está en resignarse, sino en buscar salida sin perder la paciencia. Yo la salida aún no la he encontrado, pero bueno aquí es donde me agarro a la esperanza.

Un día me pregunté a mí misma muy seriamente que, si me viese desde fuera, de forma ajena y me empezase a conocer, si me podría llegar a considerar el amor de mi vida. Pues curiosamente la respuesta fue que sí. Porque amo la piel, y los cuerpos, y la belleza... pero por encima de todo amo el alma, y siempre he alimentado mi alma de amor y buenas intenciones. Es decir, estoy enamorada de mi alma.

Y por consiguiente, a partir de ese momento dejé de tener miedo al exterior y encontré esperanza en mí. TODO ESTABA EN MÍ. No estaba sintiéndome fuerte, estaba siendo fuerte. Por ende, soy una tía fuerte.

Hay miles de mujeres parecidas a mí ahí fuera, otras que no se parecen un carajo. Hay mujeres muy interesantes, otras menos (según lo que te interese a ti), pero en ese momento daba exactamente igual qué otras mujeres podían existir en el planeta, porque estaba amándome a mí misma, sólo me importaba lo que yo cultivaba en mi mente y en mi corazón. Me gusto YO, no quiero ser o parecerme a otra mujer.

Descubrí que sólo le debes explicaciones a tu persona cuando se trata de perdonarte y perdonar. Y que si de verdad llegas a este punto, no necesitas posicionarte por encima de nadie, porque no eres una ficha más del tablero del consorcio, no eres un peón más que debe tomar una posición de ataque o de indefensión. No estás dentro de este juego social tan asquerosos que han construido para que compitamos entre nosotros. Estás en otro nivel. En la periferia. Mirándolos a todos desde un trampolín altísimo.

Y sufres, claro que sufres, pero no te dejas sucumbir, no culpas a los demás de tu dolor, no necesitas encontrar culpables (porque hace mucho tiempo que dejaste de jugar), en la vida no hay ganadores o perdedores, hay vivencias, hay dolor, sustituciones, venganzas, amor, odio, ira y rabia. Todo esto lo vas a sentir, pero tu fortaleza y seguridad harán que ninguna de ellas se apodere de ti para hacer daño a otras personas.

Y bueno, con esto sólo deseo invitaros a subir a mi trampolín, y mandar al carajo esta sociedad de cobardes, que sólo nos quiere temerosos y sin autoestima. Somos parte de su estrategia de mercado. Y no, no necesitamos aparentar felicidad con «mierda que no necesitamos». Somos dueños de nosotros mismos. La felicidad es interior.

Yo no me convierto en su producto.

(Alba JG, 3:29)

lunes, 26 de junio de 2017

ALBA




Pues hoy creo que yo también me siento con el poder de escribir los versos más tristes esta noche. Y soy capaz de escribir de tristeza, y no ahogarme, al menos, no ahora, no en este instante.

Ojalá todo hubiera sido distinto, pero no fue. Nunca fue. Por no decir nunca será (no me gusta escribir imperativos en futuro). No, nunca fue.

Desaparecieron los sueños, las aspiraciones, la fantasía. Las risas, el café, mis pasiones. Las noches de ilusión y las mariposas en el estómago. Desapareció todo. Desapareció mi vida.

Se esfumó.

Durante siete largos meses o travesías, o caminos oscuros con espuelas en las paredes. Como queráis nominar al tiempo de angustia. Da igual, solo sé que no concluía.

Y la salvación: nunca era.

Recuerdo las mañanas de garganta rota, de vasos de leche fría y lorazepam. Parálisis mental de dos horas y media y por fin arrancaba el motor. Agua y música (la primera que sonaba Coming back to life. Era lo único del día que salía perfecto), me montaba en el bus y observaba a las personas de mi alrededor “¿cómo lo harían ellos?”

Otro día igual.

Esta no soy yo. La he perdido. He perdido a Alba. Pero ella ha de estar en alguna parte. Estoy segura. Y él sigue ahí, ayudándome a encontrarla.

Se esfumó.

Desapareció, y se llevó ciento trece recuerdos y una sensación. Sólo me dejó una cosa: el amor. Conviviendo con el miedo y el vacío. ¡Qué vida más impasible! Lo perdí todo pero seguía amando; como el que adora a su rosa, pero casi más a sus espinas.

Y la salvación: nunca era.  

Recuerdo las noches de echarme de menos, de recordar y llorar. De sufrir por ver que sufría. De olvidar que tenía hambre, de suspirar. Otro vaso de agua y desaprender a leer y a escuchar. No hacer nada. Solo desazón. Pero él seguía ahí, ayudándome a encontrarla.
Y mientras él y los demás, respiraban. Eran. Tristes. Pero eran. Os teníais. Entre vosotros y a vosotros mismos. Yo no tenía nada. A nadie. Alba se había ido.

Otro día igual.

Me compré unos zapatos, me cambié de pantalones y usé mi mejor perfume. Pero ya no había esencia. Pasaban los días, los caminos a casa, las horas de la comida, de ir a la cama, de quedarme sola: con mis pensamientos. De saber que mañana la vida iba a seguir igual. Igual, las mismas lágrimas de siempre.

 Angustia, ansiedad, tristeza, dolor, desazón, incertidumbre, pesar, frustración, anhedonia, tortura. Y pasó lo más temible.

1, 2, 3, 4, 5,6… Ya no estaban. Ni ella, ni él.

Se fueron. Se fue.

Silencio.

Pero vino ella. De pronto. Cuando más la necesitaba. Y volvió a reír y nos fundimos. Y la quise más que a nada en el mundo. Y nunca volvió a abandonarme. Porque ella es única, es hermosa tal y como es. Es buena e irreemplazable.

Y LO SUPE.



Y la salvación: siempre era. Era Alba. 

jueves, 8 de junio de 2017

Resquicios de inocencia

«Los imprevistos y decisivos acontecimientos del día anterior lo gobernaban de un modo poco menos que automático. Era como si alguien le llevara de la mano y le arrastrara con una fuerza irresistible, ciega, sobrehumana; como si un pico de sus ropas hubiera quedado prendido en un engranaje y él sintiera que su propio cuerpo iba a ser atrapado por las ruedas dentadas.» Fiodor Dostoievski
Crimen y castigo

Es curioso que me sienta tan sumamente identificada con este fragmento, pero ha sido leerlo y pensar que me leía a mí misma, sumergida en un descontrol anímico complejo desde hace mucho tiempo.
Todo en mi vida han sido improvistos, sorpresas, tanto hermosas como amargas, pero experiencias al fin y al cabo que han ido surcando lo que hoy en día es mi personalidad: una explosión de sensaciones y reflexiones sobre el amor y la sociedad.
Durante mucho tiempo me he visto gobernada por la incomprensión, atrapada, arrojada al vacío, prácticamente desecha, pero ya no me queda nada que perder, sólo me queda escalar a la superficie y agarrar la vida con intensidad y fuerza.
Ahora mismo sólo admiro mi existencia y las oportunidades que me brinda el presente.
Quiero vivir,
pero quiero vivir soñando.
Aún me quedan resquicios de inocencia.

Alba JG

miércoles, 7 de junio de 2017

Amor propio

Es sustancial no engañarse a uno mismo. El único amor que debes buscar es el que le debe tu autoestima a tu persona y nada más. No busques parches de amor para suplir la soledad, nada puede mandar tu mente sobre lo sensible, lo inconsciente o lo animal, y mucho menos puede disponer sobre tu memoria.

Date tiempo, experimenta con tu frustración y tus momentos de angustia, y por supuesto, también con los de calma. Te debes muchas cosas, y una de ellas es saber que existes, que vales, que creces y que sigues construyéndote sin la aprobación constante de los demás.



¿Sabes amar?

Hay quién siente y piensa que el amor es un juego en el que vence el que menos siente, el que antes olvida, el que no llora, el que demuestra más orgullo, el que mejor físico tiene, el que antes sustituye al otro, el que goza de más popularidad... en definitiva, el que demuestra que ha ganado.

Desde que nacemos el consorcio nos educa para que compitamos entre nosotros, para que demostremos nuestro poder sobre los demás, incluso sobre las personas a las que hemos abierto nuestro corazón. Yo siempre he huido de eso. Estoy jodidamente harta del amor romántico, del amor que ata, que exprime, que te incita a envidiar, a sentir celos, a poseer, del amor que destroza tu autoestima y te hace sentir mediocre.

El amor de verdad, el puro, el que no pasa por ese filtro mezquino de la rivalidad, es el amor a la libertad, el amor que Platón definió en su momento como el amor a la sabiduría, al conocimiento, el amor por saber del pensamiento de la otra persona, de sus inquietudes.

El amor no es idealizar, es recoger la esencia de la persona y admirarla. Es aceptarla, apreciarla, desear su felicidad, respetar sus decisiones (aunque no sean las que tú elegirías), ayudarla a construirse desde tus observaciones, y mejorar tú desde las suyas. Amar a alguien es alegrarte de pensar en el pasado, es no arrepentirte de lo que hiciste cuando deseabas hacerlo, es apreciar el camino que construiste al lado de esa persona, de las veces que disfrutaste de ella (de su sexo, de sus conversaciones, del tiempo que te regaló...)

Amar es sentir alegría de todo lo bueno que le pase al otro y ayudarlo a fortalecer sus puntos débiles. Amar es dejar atrás la inseguridad, es dejar de pensar que eres el único ser en el mundo al que puede mirar, amar es aceptar que nadie tiene porque lidiar con la carga de tu felicidad.


miércoles, 31 de mayo de 2017

Soy mujer

Soy mujer

Maltratada por la existencia
Asfixiada
Destruida
Desintegrada

Pero que se mantiene mujer
enredada en melodías, en rituales mágicos
de percusión descontrolada

Pero siempre mujer
que batalla, que se desgarra
que desea el sistema ardiendo
iluminándole la cara

Que por cierto
es aquella mujer
que susurra literatura en sus noches oscuras, buscando refugios en las rimas y en sus viejos relatos de sentidos opuestos 

En definitiva soy la mujer excelsa
la mujer que inventa  
pero que aún no es capaz de creerse a sí misma

Es por ello que...
Sueño con el día en que me mire al espejo
y sólo sea capaz de decir: 
Soy mujer, 
mujer grandilocuente 
la mujer a la que amo con todo mi corazón 

(Alba J.G)