miércoles, 7 de junio de 2017

¿Sabes amar?

Hay quién siente y piensa que el amor es un juego en el que vence el que menos siente, el que antes olvida, el que no llora, el que demuestra más orgullo, el que mejor físico tiene, el que antes sustituye al otro, el que goza de más popularidad... en definitiva, el que demuestra que ha ganado.

Desde que nacemos el consorcio nos educa para que compitamos entre nosotros, para que demostremos nuestro poder sobre los demás, incluso sobre las personas a las que hemos abierto nuestro corazón. Yo siempre he huido de eso. Estoy jodidamente harta del amor romántico, del amor que ata, que exprime, que te incita a envidiar, a sentir celos, a poseer, del amor que destroza tu autoestima y te hace sentir mediocre.

El amor de verdad, el puro, el que no pasa por ese filtro mezquino de la rivalidad, es el amor a la libertad, el amor que Platón definió en su momento como el amor a la sabiduría, al conocimiento, el amor por saber del pensamiento de la otra persona, de sus inquietudes.

El amor no es idealizar, es recoger la esencia de la persona y admirarla. Es aceptarla, apreciarla, desear su felicidad, respetar sus decisiones (aunque no sean las que tú elegirías), ayudarla a construirse desde tus observaciones, y mejorar tú desde las suyas. Amar a alguien es alegrarte de pensar en el pasado, es no arrepentirte de lo que hiciste cuando deseabas hacerlo, es apreciar el camino que construiste al lado de esa persona, de las veces que disfrutaste de ella (de su sexo, de sus conversaciones, del tiempo que te regaló...)

Amar es sentir alegría de todo lo bueno que le pase al otro y ayudarlo a fortalecer sus puntos débiles. Amar es dejar atrás la inseguridad, es dejar de pensar que eres el único ser en el mundo al que puede mirar, amar es aceptar que nadie tiene porque lidiar con la carga de tu felicidad.


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