lunes, 4 de abril de 2016

Si pudiese elegir



Nunca son buenas noches cuando no pegas ojo, me cuesta. Es lo que tiene darle un paseo a cada pensamiento que te ronda por la cabeza. Desde el primero hasta el último. Me siento, me muevo hasta cuatro veces de modo que por fin encuentro una posición medianamente cómoda y me dispongo a leer a Onetti, no por gusto, no, por obligación y como de costumbre, lo dejo a medias; ¿que por qué? Porque lo puedo leer mañana. Normalmente, a no ser que yo elija la lectura por mi propia iniciativa la suelo relegar, exprimo el tiempo del que dispongo para poder leerla hasta que lo agoto, por muy buena lectura que sea, no la he elegido yo. Puede que esa sea la clave, elegir tú. Sin duda, si tuviese que elegir, ahora mismo no estaría aquí, moviéndome de un lado para otro intentando encontrar la postura perfecta para leer perfectamente un texto que ni siquiera yo habría pensado nunca leer.

Si pudiese elegir... estaría en tu cama, quizá, buscando el calor que desprende tu boca entreabierta, que respira tranquila, sin pausa, que exhala y expulsa con comodidad el aire por los agujeros de tu nariz -suponiendo un ruido aliviador-Puede ser. Me gustaría que existiese la posibilidad de ser ese aire también.

O quizá te estaría tocando el hombro con la yema del dedo índice haciendo el amago de deslizarlo hasta tu cuello. Es muy posible. También es posible que te huela indecentemente, con un comportamiento un tanto animalizado, y me disponga a rastrear los rincones más oscuros que esconde tu fisonomía, que en estos momentos se encuentra inverosímil; me puede apetecer. Es muy posible ya que hueles muy bien, te lo he dicho muchas veces. No tengo reparo en repetir las cosas.

Si pudiese elegir, elegir cualquier cosa, elegiría ser el primer día en que pensaste en mí como algo más que una simple chavala ocurrente que contribuye al consorcio y exigiría poder leer tu mente durante esos cinco minutos. Sólo esos cinco minutos en los que surge el cortocircuito mental y emocional que te hace sentir algo especial hacía otra persona. Y si pudiese elegir guardar el recuerdo como patrimonio inquebrantable también lo elegiría. Fosilizarlo en una película y rebobinarla un par de veces al día. Me encantaría. Podría pasarme la noche entera eligiendo si no fuese porque las hojas de estos folios son limitadas al igual que la tinta de mi bolígrafo. Podría tirarme la noche entera escribiendo que si pudiese elegir estar en cualquier lugar donde estés tú, aún en este estado de limbo onírico en el que me encuentro, lo elegiría. Elegiría observar tu libertad el máximo tiempo posible, y por ende elegiría ver cómo caminas por ella con despreocupación. Pero lo que sí que es seguro, es que si pudiese elegir, elegiría que esta reflexión nocturna no suene a burda palabrería (no trato de hacer arte literario con esto), me encantaría embalsamar las palabras para que no se encuentre la posibilidad de que se gasten de tanto decirlas, porque lo único que me pide el corazón es expulsarlas de forma continua y sin orden. En este escrito no hay leyes, mas que la ley de rendir culto a la libertad del uso alocado de las palabras.

Y por último, para no ser excesiva, si pudiese elegir, elegiría ser participe de todo aquello que tú decidas elegir en el transcurrir del tiempo y que ojalá una de esas decisiones sea no dejar de enamorarte nunca, de la música, del café, de las calles, de las ideas, de la vida.... No dejar de ser libre y no dudar.

Aunque en estos instantes, si pudiese elegir, elegiría que leyeras esto, y que te impregnases y que mis palabras le diesen sentido a tu tiempo.


En fin, creo que otra vez me he rallado demasiado, voy acabar convirtiéndome en un ser antibecqueriano que se alimenta escribiendo en estado de fiebre.

Intentaré dormir. Mi alarma suena a las 6:45. Buenas noches.



Alba M Jiménez García