viernes, 31 de julio de 2015

Estimer



“Alba, no te ralles”

Definitivamente, esta es la frase más procesada por mi cerebro en estos últimos años; a veces me lo tomo como un consejo apacible, ¿se preocupan por mí? Quizá crean que pensando y analizando tanto la realidad común estoy apartando descabelladamente mi felicidad, o simplemente es una forma sutil de mandarme a callar. Me decantaría más por lo segundo. Y es así, observar no interesa, si nos paramos un instante y descansamos de este engaño sinuoso nos damos cuenta de que somos unos verdaderos idiotas, pero realmente estúpidos e inmerecidamente privilegiados; a algunos incluso se nos cae la cara de vergüenza por nuestras obstinadas quejas inútiles y nos sentimos los seres más despreciables del mundo... Aunque lo cierto es que a los cinco minutos buscamos una excusa banal e insulsa para sentirnos mejor (necesaria para sobrevivir)

— ¡Ni que yo pudiese cambiar el mundo!— Bah.

Acto seguido retumba en nuestra cabeza el inquietante silbido de nuestro gran hermano WhatsApp y nos volvemos a sumergir en el consorcio que, al fin y al cabo, da de comer a nuestro sucio egocentrismo.

En fin...



Quizá no debería haberme “rallado” tanto, ¿no creéis?