martes, 11 de mayo de 2021

EMPATÍA



Los movimientos de moda os están creando hartas contradicciones. No seré yo la más indicada para enarbolar el principio de no-contradicción, pero, la verdad, es imposible llevar ciertas filosofías o pensamientos de forma paralela y no refutarse a una misma.

Por ejemplo, es imposible ser budista, zen, meditativo y abanderar la percepción subjetiva de cada uno a través de la multiplicidad de identidades. Esto puede ser por dos causas: la primera, porque no se haya profundizado en absoluto en ninguno de los dos movimientos y la segunda (que tiene que ver con la primera), que se siga este trasiego por puro dejarse llevar, quizá incluso por miedo al rechazo social o a parecer un intransigente. La cuestión es que, si uno trasciende y medita, realmente lo que busca es la ruptura completa de toda identificación. Y me diréis: "la lucha por la identidad es una estrategia social para con el Estado" y yo pienso, pero: ¿quién ve como liberación que su opresor le aporte un término? (también porque hilo y suelo observar que la mayoría de estas personas tienden a la ideología libertaria). Nadie necesita que su opresor le sepa identificar, qué más da, te va a seguir explotando y ejerciendo control sobre tu cuerpo igualmente (se te llame como se te llame).

Por otro lado, la trascendencia budista busca la empatía completa. Y, claro, la empatía está bastante diferenciada de la comprensión; me explico: cuando uno empatiza con otro ser, primero parte de buscar una relación de igual a igual con el otro intentando fundir sus emociones con éste y entender su dolor sin haberlo vivido, sin haber pasado por esa experiencia anteriormente; por otro lado, la comprensión es identificar en el otro un dolor ya vivido, o que se está experimentando en el momento. La empatía es un ejercicio primordial (y que el sistema capitalista intenta erradicar por completo de forma obstinada). No hace falta ser inmigrante ilegal, negra, prostituta, violada, deshauciada o mutilada para poder empatizar con el otro y luchar por su causa. De hecho, es necesario, puramente necesario, nadie tiene que esperar a experimentar el hambre y el dolor absoluto en su cuerpo para emprender un cambio social (joder, es mejor evitarlo ¿no?, si no, vamos listos). Seríamos un grupo de derrotados emocionales intentando conseguir algo; eso sí, partiendo de nuestro tormento, porque este nos dice quiénes somos.

(Nadie puede arrancar de sí mismo el dolor si se identifica, se funde y se define a través de este).

La empatía es un esfuerzo de trascendencia. En los movimientos actuales esto se ha erradicado, se le han cortado las raíces a la empatía. Ahora sólo puede hablar el que sufre, el que acumula más dolor, porque ese, el más destrozado, es más apto para liderar una lucha (curiosa contradicción con el libertarismo) y, por supuesto, sólo y únicamente en el gueto correspondiente. Sal de ahí y verás la miseria y la intransigencia del ser humano. Ay, qué horrible es todo fuera de mi zona de confort y cuidados, nadie está preparado para "el mundo real". Sí, pero mejor fortalecerse y saberse defender, el capitalismo no es tu amigo. Puede identificarte como tú psíquicamente has querido mencionarte, pero te va a joder igual. Va a ejercer violencia sobre ti igualmente.

En fin, que sí, la contradicción es parte de la vida, es parte del proceso de aprendizaje; pero mantenerse en ella es falta de reflexión y apertura de miras. La lucha por la mejora social es un proceso (no hay meta final enarbolada por la idea platónica "de bien supremo"), es más un ejercicio de lógica y acumulación de datos que un pensamiento en una nube que uno trata de alcanzar. Al final hay que pensar, elegir, invertir nuestra energía en algo que de verdad nos vaya a liberar de algún modo (algo efectivo). Si no, seguiremos cayendo en trampas del sistema como estas, convirtiéndonos en individuos capsulas, repitiéndonos continuamente, en nuestra mente, mantras del estilo "tienes derecho a sufrir" pero sin dar el paso inexcusable de salir del sufrimiento o alterarlo en herramienta de transformación.


(Alba María, 11 de mayo de 2020)

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